Somos ese remanente apasionado por Dios. Convertimos nuestra pasión en adoración por nuestro Señor.
Somos motivados por el Espíritu Santo a unirnos en la armonía de la hermandad en un cantico de alabanza y adoración a nuestro Señor.
Cada reunión es un acto de adoración, de palabras que llevan en si todo nuestro camino, nuestra vida y amor por nuestra Divina Trinidad.
Entronamos a Dios como Rey Supremo de nuestro cantico: niños, adolescentes, jóvenes y adultos unánimes en un solo sentir. Sentimos su divina presencia y creemos que en la adoración, ocurren los milagros. Entonamos canticos que llevan palabras de fortaleza, fe y amor a Dios. Tenemos una plenitud espiritual que es alcanzada en la adoración.